Personajes que me atrapan: Capitán Rees Howell Gronow

En este post os voy a hablar de un personaje que, a lo largo de mis investigaciones para las novelas, encontré fascinante.

Capitán Rees Howell Gronow (1794-1865)

El capitán Rees fue un dandi, duelista y deudor durante la época de la regencia, aunque su importancia radica en su talento como escritor: fue un cuentacuentos extraordinario.

Sus memorias son la imagen más fiel que tenemos de la sociedad de la época de la regencia.

Procedente de Welsh, Rees Howell fue el primogénito de un terrateniente acomodado. Se educó en Eton bajo el yugo del famoso director Dr. John Keate, conocido por el sobrenombre del Gran Azotador.

Se dice que en una ocasión Keate mandó azotar a más de ochenta niños en un solo día. Después de sobrevivir el régimen despiadado de Keate, Gronow recibió una comisión de alférez en 1812.

Perteneció a la guardia montada del palacio de Saint James, donde aprendió a empolvarse el cabello: «Recuerdo cuando fui guardia de palacio y el duque de Cambridge me reprochó que no tenía suficiente polvo en la cabeza y mi apariencia dejaba mucho que desear. Recibí una buena regañina de Su Alteza Real, el cual me amenazó con arrestarme si volvía a verme despeinado».

A los pocos meses, Gronow fue enviado a España con Wellington. Tenía dieciocho años. Regresó a Londres en 1814, donde se convirtió en un dandi y un duelista. Era muy común ver su retrato junto al del príncipe regente en los escaparates de las tiendas. Fue uno de los pocos oficiales a los que se le permitía la entrada en Almack’s. Cuando Napoleón huyó de Elba en 1815, Gronow se unió a Wellington en Bélgica. Pagó su aventura con las ganancias de los juegos de azar.

Fue testigo de la batalla de Waterloo, recibió una promoción equivalente a la del rango de capitán y se retiró del ejército en 1821. Algunos dicen que el motivo de su retiro fue la falta de fondos, ya que no podía pagar las más de 8000 libras que se exigían. Vivió una vida disipada que lo llevó a la bancarrota y fue sentenciado a la prisión de deudores.

Sin embargo, la muerte de su padre lo salvó de la cárcel al heredar su fortuna. Después de pagar sus deudas, Gronow se mudó a Mayfair y comenzó a vivir una vida ociosa. Para mantenerse, decidió dedicarse a la política y se presentó como candidato Whig en Lincolnshire.

Uno de sus seguidores le dijo: «Hay cuatro personas de gran influencia a las que les debes dar 100 libras si quieres ganar». Él se negó, muy seguro de ganar las elecciones, y perdió. No se dio por vencido y se presentó de nuevo, esta vez como candidato por Stafford, dispuesto a comprar a quien hiciera falta. Fue miembro del Parlamento por Stafford, pero volvió a perder en las siguientes elecciones generales.

Desilusionado, dejó la carrera política y se mudó a París, donde se dedicó a alternar con la alta sociedad parisina, los diplomáticos y cualquier figura de importancia en Europa. Escribía artículos a cambio de dinero en efectivo a quien quisiera comprar sus anécdotas y recuerdos. La sociedad parisina adoraba sus ensayos, que tenían gran acogida. Murió en París en 1865, dejando una esposa y cuatro niños completamente desamparados.

A continuación, os dejo algunas anécdotas que escribió el mismo Gronow para que podáis juzgar por vosotros mismos su talento:

 

Inglaterra puede presumir de Spencer, Shakespeare, Milton y muchos otros poetas ilustres, indicando que el carácter nacional de los ingleses no es la falta de imaginación; sin embargo, no hemos tenido ningún genio de la cocina. Posiblemente como resultado de nuestra antipatía nacional hacia los misteriosos compuestos gastronómicos, ninguna mente brillante de Inglaterra se ha aventurado en la región de la ciencia culinaria.

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Personalmente, conocí muy poco a lord Byron; sin embargo, he escuchado algunas anécdotas de boca de sus mejores amigos. Lamento acordarme de unas pocas y me habría gustado apuntar las que me contó Davis, el cual podía entrar y salir de sus habitaciones a cualquier hora. En una ocasión, Davis encontró al poeta con su cabello en papillote (con papeles para rizar el pelo) y se burló diciendo: «Te he pillado representando a la Bella Durmiente», a lo que el escritor contestó: «Más bien la parte del maldito tonto». Davis dijo: «Lo que prefieras, pero has logrado engañarnos a todos. Siempre he creído que tus rizos eran naturales». A lo que Byron contestó: «No vayas a revelar el secreto, porque soy tan vanidoso como una chica de dieciséis años».

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De todos los personajes que he conocido, no recuerdo uno tan excéntrico como el coronel Kelly. Era el hombre más vanidoso que he conocido. Sus botas eran las más brillantes que he visto. Su hermana era la gobernanta del edificio de Aduanas y, cuando se incendió la vivienda, Kelly murió quemado intentando salvar sus botas. Cuando la noticia de su horrible muerte se hizo pública, todos los dandis querían contratar a su valet, que era quien conocía los secretos del ennegrecimiento inimitable de las botas del coronel. Brummell no perdió el tiempo, pronto descubrió dónde vivía y le preguntó cuánto quería ganar. El valet le respondió que Kelly le pagaba 150 libras al año, pero que no era suficiente sueldo por su talento inimitable y le pidió 200 libras. Brummell dijo: «Si las conviertes en guineas, no tengo ningún problema en pagártelas». Al final, lord Plymouth lo contrató por 200 libras anuales y se llevó consigo la soberanía de las botas más brillantes.

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